Mai zerbal


Mai zerbal, madre humana salvaje, que intenta seguir su instinto y escuchar su intuición.

Madre mamífera, porque el ser humano es un mamífero del orden de los primates.

Madre entrañable, que ama a sus hijos desde lo más profundo de sus entrañas donde está el útero.

Madre complaciente, que se complace en complacer a sus hijos.

Madre insumisa, que hace lo que cree que es mejor para sus hijos a pesar de lo que digan otros.

Madre consentidora, porque siente lo que sus hijos sienten.

Madre respetuosa, que considera que un niño merece tanto o más respeto que cualquier adulto.

Madre nutridora, que nutre con su leche, su amor y seguridad a sus crías.

Madre natural, que intenta actuar como lo haría una hembra humana sin condicionamientos.

Madre defensora, que representa a sus hijos ante la sociedad y no viceversa.

jueves, 9 de junio de 2011

La nueva maternidad

La nueva maternidad es el título de un libro que me apetece leer. He visto que en un blog se sortea este, junto con otro para niños "Hermanos de leche", de Ibone Olza, nombre que estos días he conocido por el indignante caso de Habiba. Como me apetece mucho tener ambos libros, he decidido reflexionar sobre lo que puede significar para mi eso de la nueva maternidad y así poder optar al premio. Este es el enlace del sorteo:






¿Qué me sugiere eso de la nueva maternidad? me sugiere una forma de ser madre, que es, a la vez, nueva y muy vieja. Nueva, porque hay todo un movimiento, una conexión de madres, que se conocen por internet, como las blogueras que han escrito el libro, madres que comparten informaciones y que pueden unirse y hacer fuerza juntas para reivindicar esa nueva forma de ser madre. Y vieja, ancestral porque es la forma salvaje y natural en que la hembra humana tuvo que ser, siguiendo los impulsos de su cuerpo. Una maternidad intuitiva e instintiva, aunque muchas hayamos llegado a ella a través de la razón: leyendo libros que nos han ayudado a conectar razón con corazón, a conectar con nosotras mismas.



Es muy simple, si sabemos escucharnos, encontramos que nuestro deseo es cuidar y complacer a nuestros hijos. Si ellos son felices, nosotras también lo somos. Y ellos son felices cuando reciben nuestro amor incondicional, cuando satisfacemos sus necesidades de apego, cuando se sienten respetados y escuchados, cuando se sienten libres para poder ser ellos mismos. Y nosotras disfrutamos haciéndolo porque es lo que nos apetece hacer. Y lo hacemos desde el embarazo, cuando nos negamos, por ejemplo, a que nos hagan un tacto innecesario. Y parimos en nuestras casas para proteger a nuestras criaturas. Y nos las ponemos pegadas a nuestra piel y no nos separamos de ellas, ni de día ni de noche, llevándolas siempre en brazos y durmiendo con ellas. Y les damos teta muchos años. Y no utilizamos castigos, ni violencia, ni queremos que otros lo hagan y por eso, algunas, dejamos de llevarlos al colegio. Y nos quedamos perplejas cuando vemos que la gran mayoría de madres que nos rodean no sienten ni actúan igual... todavía.