Hay cosas en la vida que claramente marcan un antes y un después. Cosas grandes, como parir un hijo, o pequeñas cosas, como leer un libro, pueden hacer que tu vida cambie. A mi me pasó el día que leí Bésame Mucho de Carlos González. Y digo bien, el día, porque eso fue lo que me costó: un día. No podía dejar de leer porque en cada página veía reflejada mi alma y nunca húbiera imaginado que alguien pudiera estar expresando de esa forma todos mis deseos reprimidos respecto a la crianza de mis hijos. Esto sucedió el 23 de octubre de 2004. Al día siguiente escribía en mi diario:
...me ha encantado, refleja lo que en el fondo yo siento, cómo debería haber hecho las cosas y cómo las voy a hacer a partir de ahora.
Y días después, cuando también había leido Mi niño no me come, del mismo autor, escribía refiriéndome a los dos:
...en ellos he descubierto que lo que yo sentía era lo correcto, siempre dudando, siempre siguiendo consejos y ahora descubro que tenía que haber seguido más mi instinto. Y lo descubro ahora que mis hijos tienen cuatro y dos años.
No imaginaba en ese momento la transformación que ello realmente iba a suponer. En primer lugar algunas semillas se asentaron en mi mente: recuperar la lactancia recién perdida de mi hijo de dos años, no forzar a mis hijos en sus procesos (quitar el pañal, alimentación, comienzo escuela, etc.), instaurar el colecho con mis dos hijos, dejar de trabajar para poder criarlos como yo quería, cambiar de colegio al mayor y sacarlo del comedor... Hacer esto realidad no fue inmediato pero, paso a paso, las cosas se fueron logrando y no solo eso sino que, gracias al nombre de Carlos González, a querer seguir encontrando cosas sobre él, me encontré con un foro en internet, en el que había mucha gente que sentía las cosas como yo y con la que, durante año y medio, aprendí muchísimo sobre la crianza con apego y todo lo que conlleva, que iba más allá de lo que yo en principio había imaginado. Fueron muchos los libros que leí (y que sigo leyendo) relacionados con este tema. Todo ello me ayudó a ser una madre más consciente de mis errores y a aprender a escucharme para poder dar a mis hijos lo que realmente necesitan.
Y ese año y medio culminó con el nacimiento de mi tercer hijo con el que desde el primer momento he puesto en práctica este tipo de crianza y no solo ha sido maravilloso sino que además ha sido sencillísimo. Ahora mis hijos tienen nueve, siete y el pequeño casi cuatro años.